No es fácil encontrar personas como vosotros, capaces de hacer MAGIA, la magia de la buena convivencia, la generosidad, el respeto, el cariño y el cuidado que nos hemos dado unos a otros, teniendo en cuenta que hace tan solo 8 días no nos conocíamos de nada. También la magia del baile, de las risas, de los mojitos en la barra húmeda, de los chistes, de los chupitos en la Discotheque y del cachondeo a todas horas.
A pesar del sudor, los olores, las carreteras infinitas, los baches y los saltos del autobús. A pesar del cansancio, los mosquitos y los grillos, hemos recorrido tierra, mar y aire.
Anduvimos por playas de ensueño, selvas de acacias y baobabs en busca del rinoceronte en Bandia. Soportamos lluvias fuertes, calor sofocante y atascos de hasta 3 horas. ¡Dakar te atrapa!!!
Sentimos el horror de la esclavitud en la Isla de Gore, pero nos enamoraron sus gentes (niños y grandes) y una deliciosa comida a base de pescado y patatas fritas riquísimas. Hicimos compras de mil artículos exóticos, de tela, cuero o madera. Regateamos el ímpetu y la insistencia de los vendedores, pero también regateamos sus precios, manteniendo el punto de generosidad que nos da la
experiencia y la empatía hacia esta buena gente.
Atravesamos ciudades caóticas (Mbour), campos de sembrado de mijo, rebaños de vacas, cabras y ovejas, burros y cerdos. Pasamos por pequeños poblados donde siempre encontrábamos sonrisas y manos alzadas saludando.
Paramos en gasolineras, tiendas de plátanos y controles policiales. Comimos anacardos, piñones gigantes, cacahuetes. Hemos navegado en piragua entre la Isla de las Conchas y el cementerio de musulmanes y católicos. Hemos visitado mercados, lonjas de pescado y mezquitas debidamente vestidos. Recorrimos una parte del Delta del Saloum, después de la gran tormenta, para ver monos rojos en los árboles. Aves de distinto tipo, garzas, grullas, martín pescador, ave tejedora, conviviendo en el mismo manglar. Se nos hinchó el corazón y los sentidos al contemplar tanta belleza con la Puesta de Sol en tan maravilloso lugar, con la paleta de colores de África en el cielo, en el horizonte, y una pareja de Baobabs dando sentido a toda la escena. ¡Espectacular!!!
A ratos, jugábamos al impostor mientras la lluvia pasaba. Otros ratos dormíamos en el bus, o lo intentábamos. O jugábamos a adivinar palabras para no sentir la dureza del camino. Caminamos con leones en Fathala. Estar tan cerca de ellos y sentirte seguro es una experiencia única. Su melena, sus patas, sus músculos y sus andares nos fascinaron.
Repartimos saludos, caramelos, globos, cariño y lo que teníamos a mano, a quien se cruzaba por nuestro camino. Fuimos en camión hasta el campamento del desierto de Lompoul. Cenamos a la luz de una vela y bebimos y bailamos al ritmo de la música tribal, alrededor del fuego.
Nos duchamos al aire libre bajo una manguera y la luz de las estrellas. Dormimos al calor de la noche desértica, bajo la mosquitera y con el ruido de la naturaleza a nuestro alrededor.
Llegamos hasta el mar en quads, entre bosques de eucalipto, poblados y dunas. Conducidos por amazonas, a los mandos del quad, hasta esa playa solitaria, virgen y larga.
Vimos la frontera con Mauritania al otro lado del río Senegal. Hay quien jugó al fútbol con los niños en la playa de St. Louis, mientras la pesca llegaba en barcazas coloreadas.
Allí paseamos en carro de caballos, siguiendo el rastro de una cabalgata de furgones con gente y música en sus techos, al ritmo frenético del yembé, mientras los jóvenes corrían detrás de ellos, desenfrenados. Todo ello para celebrar la visita de un imán musulmán.
Nos bañamos en la piscina del Flamingo y cenamos en su restaurante junto al río, frente al puente de hierro tan característico de la ciudad. Y así comenzaba la noche, la última y larga noche, a golpe de cerveza Flag y vino francés, tinto y blanco.
Nos esperaba la mejor Discotheque que podíamos soñar para una noche así. Pista de baile con espejos, aire acondicionado, una gran barra, dos bellas y simpáticas camareras, billar y Dj residente, todo ello a nuestra entera disposición.
Después de unos bailes de calentamiento por reggaeton y otras músicas latinas, todo fluyó, con un desorden perfectamente coordinado. Mientras unos pedían el siguiente tema al Dj, otros traían una ronda de chupitos, y mientras unos hablaban, otros jugaban al billar. Bailamos con la gente local que se unió a nuestra catarsis, mientras salía otra ronda de cervezas por invitación del jefe del lugar. Y nos reímos, nos abrazamos y seguíamos bailando y riendo como si no hubiera un mañana.
Acertamos a llegar a tientas al hotel, en lo que sería el final de tan MARAVILLOSO VIAJE, entre amigos.
Agradezco a cada uno de vosotros tanta alegría, respeto y cariño. Gracias a Europlayas, a Francisco y a Emilio.
Gracias también a Abdoulaye, nuestro queridísimo guía. A todos, apreciados amigos y compañeros como los que más.
¡¡¡OS QUI – E – RO!!!!
¿No es magia todo esto?
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